sábado, 17 de diciembre de 2011

Fiesta de Navidad en la OP

Cada año en la Oficina de Publicaciones tiene lugar la tradicional fiesta de Navidad, en la que las distintas nacionalidades se reunen para ofrecer sus productos típicos. La cantina se transforma en un espacio lleno de color y de sabor, en el que cada año los representantes de cada país se esfuerzan más y más en ofrecer lo mejor de su tierra y en decorar los rincones con lo más típico de cada lugar.

La oferta gastronómica es muy variada, en casi todas las mesas pueden encontrarse manjares dulces y salados, bebidas frías y calientes, de manera que uno no sabe por dónde empezar y acaba haciendo una mezcla inexplicable sin orden ni concierto. Hay algunos países que se han especializado en unos pocos productos, así, Bélgica ofrece casi exclusivamente cerveza y patatas fritas e Irlanda, café irlandés, mientras que otras de las mesas están cubiertas de multitud de canapés variados, preparados por voluntarios que se esmeran ese día en contribuir con sus mejores recetas.

En el stand español nunca falta la exquisita tortilla de patatas, hecha por distintas manos, para así poder compararlas, a cuál más rica, el jamón, cortado por Antoni con esmero, cuyas lonchas desaparecen del plato antes de tener tiempo de posarlas sobre él, el arroz con leche de Raquel Barco, que está de muerte, el salmorejo de Raquel Arias, también de antología (¿la pericia culinaria tendrá que ver algo con el nombre?), las empanadas de Quim, la queimada de Alfonso... y esto solo por poner algunos ejemplos, porque son muchos los que contribuyen a este catering de lujo. Velando por todo ello, nuestro popular y querido ángel Manolo, diseñado por Nuria, la artista del grupo. Gracias a todos por este día.

No he querido poner fotos por aquello de la protección del derecho de imagen, pero Manolo me ha dicho que él esta encantado de aparecer en mi blog y espero que a su creadora no le importe cedérmelo.



Navidad en Metz

El pasado domingo fue uno de los días grandes en el mercado de Navidad de Metz, uno de los escasos domingos del año en el que casi todas las tiendas abren, la mayoría de 2 a 6 de la tarde, y la calle estaba abarrotada. Delante del puesto de vino caliente había una cola considerable y la enorme olla en la que se prepara esta mezcla de vino y especias, junto con el toque secreto de cada cocinero, no daba abasto. Esta bebida tan tradicional en estas tierras resulta un poco extraña la primera vez que se prueba, digamos que cuesta superar la idea de que una sangría especiada pueda tomarse caliente. El segundo vino resulta bastante agradable y después del tercero uno se vuelve fan de la pócima. Cierto es que las bajas temperaturas ayudan bastante, porque es un remedio infalible para entrar en calor.

Junto al puesto de vino hay otro de salchichas enormes, otro de ostras, más o menos enormes, según el presupuesto de cada uno, y alguno más de tartiflette, que es un plato hecho a base de patata con queso fundido, ideal para la tradicional recogida de kilos navideños. Esta selección de comida light se completa con crepes de Nutella, que es la Nocilla italiana, y churros, que aquí son muy populares y se pronuncian "chuggos". También hay tiendas de galletas, chocolate, embutidos, fruta bañada en chocolate y cerveza de Navidad con miel y especias.

Además de la oferta gastronómica hay puestos que venden cosas de todo tipo: bolsos fabricados con cremalleras, guantes, gorros, artesanía y productos de las distintas zonas de Francia y este año también de algunos de los territorios de ultramar: Guayana y las islas de Martinica, Guadalupe y Reunión. Hay hasta un puesto de magia, rodeado siempre de niños boquiabiertos que ven cómo desaparecen los objetos de las manos del mago y vuelven a aparecer de forma insólita. El truco se explica a condición de que se compre el artilugio mágico, aunque son de estas cosas que luego en casa rara vez funcionan. Hay también carruseles para los niños y una gran noria para chicos y grandes.

Hoy nada de literatura. Nos vamos a comer salchichas bañadas en vino caliente.

sábado, 3 de diciembre de 2011

El efecto mariposa

El aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo" (Proverbio chino).

Hace tiempo abrí una cuenta en Facebook motivada por la curiosidad hacia este nuevo medio de comunicación del que todo el mundo hablaba. Quería saber qué era esto de las redes sociales y de las webs colaborativas, por qué la gente invertía horas en participar en sitios como Wikipedia sin recibir nada a cambio, por qué hay páginas web en las que alguien se dedica a responder preguntas sobre algún tema en el que es experto y ayuda a los usuarios sin obtener contraprestación alguna. Esta actitud no tene cabida en las antiguas estructuras económicas, en las que todo consistía en comprar y vender.

Al principio no me gustó mucho lo que encontré en Facebook. No le veía la gracia a intercambiar mensajes con amigos a los que veía cada día, o cada vez que quería. ¿Qué me podía aportar? Pero poco a poco empecé a comprender que la información que se recibe a traves de Facebook es distinta y compatible con la que obtenemos por otros medios de contacto más directos. En poco tiempo la gente ha empezado a utilizar Facebook de una forma más sensata y los mensajes de "hola, estoy aquí mirando por la ventana" cada vez son menos frecuentes y van siendo reemplazados por aportaciones más sustanciosas. Así, cada uno va buscando su hueco en este foro, algunos comparten enlaces especializados, otros, eventos culturales, hay quien denuncia aquello que no le gusta o lo que le parece injusto, hay gente que recomienda libros, películas o blogs. Todo ello me ha hecho descubrir otras facetas de mis contactos, intereses y aficiones que hasta ahora no conocía. También Facebook me dió la posibilidad de reencontrarme con viejos amigos con los que, de otra manera, habría sido muy difícil contactar.

Así me he ido interesando cada vez más por las redes sociales en general (¡no todo es Facebook o Twitter!) y realmente es un mundo fascinante en el que podemos ir a buscar la información que nos interesa sin necesidad de tragarnos la que nos sirven en bandeja. Ahora mi problema es que me falta tiempo para seleccionar y leer todo lo que quiero.

Pero lo que en realidad me fascina de las redes sociales es su poder, la repercusión que pueden llegar a tener. No tengo claro que movimientos como el 15M o la primavera árabe hayan sido posibles solo o principamente gracias a las redes sociales, como se ha dicho repetidas veces, creo que tiene que haber una fuerte voluntad unánime que impulse todos esos cambios. Pero sin duda constituyen una herramienta tremendamente poderosa para construir y difundir una conciencia colectiva. En todo caso, creo que hemos entrado en otra era. Nadie sabe si será una moda pasajera o una auténtica revolución, pero al menos yo no me lo quiero perder.

Hace unos días compré en formato e-book Reacciona, una obra coordinada por Rosa María Artal, en la que han participado, junto con José Luis Sampedro, recientemente galardonado con el Premio Nacional de las Letras, Federico Mayor Zaragoza, Baltasar Garzón, Juan Torres López, Àngels Martínez i Castells, la propia Artal, Ignacio Escolar, Carlos Martínez Alonso, Javier López Facal, Javier Pérez de Albéniz y Lourdes Lucía. Acabo de empezarlo y promete, pero ya os comentaré cuando lo termine.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Los sufridores del cómic


Si te divierte ver como se le eriza el pelo dile: "Oye, a ver si un día de estos tiras alguno de esos tebeos viejos que tienes en esas cajas...". Para los amantes del cómic las palabras tirar y tebeo no pueden estar jamás juntas en una frase. Por lo general a un coleccionista no le gusta prescindir de nada, pero si tuviese que elegir preferiría deshacerse de su reloj antes que de uno de sus preciados cómics, tebeos, historietas o novelas gráficas. Porque la terminología también se las trae... A mí me da igual como se llamen, yo los reconozco bien, son la representación gráfica de todos esos personajes, superhéroes, antihéroes, perdedores, monstruos, macizas, y también gente normal con una historia que contar o incluso sin ella, que se aprietan en mis librerías y que fueron tomando posesión del terreno a sus anchas, quedándose para siempre y animando a sus amigos y parientes a unirse a la fiesta.

En el fondo nos hemos cogido cariño, me resultaría difícil pasar por la biblioteca sin ver al descomunal Little Nemo ocupando su lugar de preferencia en medio de la habitación, o sin la edición integral de Watchmen sobresaliendo de la estantería, al fin y al cabo ya he aprendido el movimiento preciso de cintura que he de hacer para esquivar los cantos de las obras que se acumulan en el escritorio cuando atravieso rápidamente la habitación y los gatos se encuentran a sus anchas paseando entre ellos.

Sin ser una coleccionista de cómics, me gusta leerlos e incluso sigo la obra de no pocos autores de este medio. El coleccionismo de tebeos me parece un buen vicio, uno que enriquece y que encima no hace daño a nadie, ni envenena, ni engorda, o sea, una forma gastar dinero mejor que muchas otras.

Los coleccionistas se caracterizan por lo que denominaré una capacidad de respuesta defensiva rápida. Veamos un ejemplo:

¿por qué tienes este tebeo dos veces?
pues verás, es que empecé comprando la colección por números e, inexplicablemente, me faltó uno, y luego salió esta edición integral tan bonita y la compré...
pues entonces ¿por qué no te deshaces de la primera?
mujer, no, en el numero 1 de la primera edición hay una portada especial, que se hizo para conmemorar el festival de cómic de Villapontejos de la sierra y esa no está en la edición de tapa dura y, si te fijas, en el número 8 hay otro detalle en la contraportada que difiere del de la edición integral, bla, bla, bla…

 Y otro más:

¿que tal este cómic? ¿te gustó?
no, la verdad es que es flojillo
entonces ¿por que no lo ti..., digoooo, por qué no lo regalas?
—¡pobre! no, es un autor que está empezando, hay que apoyar a los jóvenes y a lo mejor éste se hace famoso, quién sabe...

Está claro, con ellos nunca ganas.

Pero sí ganas mucho en cultura general, así aprendes que todos esos guiones de películas que te resultan tan originales no lo son tanto, sino que se basan en personajes o situaciones que ya habían aparecido en una historieta (un pequeño impostor, ese Harry Potter que se creía único…), que hay estaciones de metro diseñadas por importantes autores de cómic, que el gato Félix se llamaba "Periquito" en España y que tiene relación con cierto equipo de fútbol, y un largo etcétera de curiosidades y anécdotas muy interesantes.

Todo gira, para ellos, en torno a la historieta. Cuando viajamos, la lista de tiendas de cómics y exposiciones relacionadas con el medio forma parte de la ruta turística imprescindible, y cuando mi coleccionista se empeña concienzudamente en visitar una ciudad el sexto sentido que he desarrollado me dice, antes de que vaya a consultarlo en internet, que allí huele a exposición o jornada de cómic. Y a estas alturas me equivoco pocas veces.

Si acabáis de entrar a formar parte del apasionante mundo de los sufridores del cómic os recomiendo armaros de paciencia. Yo llevo ya muchos años conviviendo con un historietófilo (¿se dice así o me lo he inventado?) y sé que nunca cambiará. Y no quiero que lo haga, aunque a veces prefiera, por mi salud mental y por la estabilidad de la pareja, dejarle solo cuando va a comprar cómics y hacerme la tonta cuando reaparece con las cuatro bolsas que cree que ha conseguido ocultarme.

Hoy no recomiendo un cómic, sino… ¡todos!. En Tebeosfera podéis consultar en Gran catálogo de la historieta en España, que contiene nada menos que 15 000 publicaciones. Además, es una revista web con interesantes artículos y con un estupendo blog a través del cual estaréis al día de todas las novedades. Si os gusta el proyecto (¡cómo no os va a gustar!) pensad en formar parte de la asociación, os costará muy poco y sin embargo contribuiréis a sostener un proyecto que realmente vale la pena. Os lo pongo fácil y os dejo el link aquí.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Para los ausentes

Hace unas semanas falleció un compañero de trabajo. Al parecer murió por causas naturales, aunque me pregunto qué tiene de natural morirse a los treinta y pico años. Nunca viene bien la muerte, pero mucho menos cuando a uno no le toca todavía.

No lo conocía en absoluto, habíamos hablado brevemente tres o cuatro veces, pero me acuerdo a menudo de él. A veces me sorprendo pensando que no he recordado suficientemente a los que han fallecido, a excepción, claro, de las personas más próximas, esas que siempre van con nosotros. Uno recibe la noticia de la muerte de un amigo o un conocido con horror, tristeza o incredulidad, o con todo ello a la vez, pero luego viene la rutina diaria y lo barre todo, y uno de pronto recuerda que una persona ya no está aquí y se sorprende de haberlo olvidado.

Cuando nos anuncian que algún compañero de trabajo ha fallecido, al pie de la noticia que aparece en intranet se puede ver el nombre de una ONG y un numero de cuenta bancaria. Quien lo desee puede hacer un donativo que debe llevar como referencia el nombre del difunto. Siempre me ha parecido una costumbre extraña y no le veo mucho sentido, pero al menos mientras haces el ingreso te acuerdas de tu compañero, sobre todo si la asociación seleccionada por los familiares para recibir el donativo estaba relacionada con sus intereses, como suele ocurrir.

Hace tiempo hice el propósito de acordarme conscientemente de todas aquellas personas que han pasado por mi vida, brevemente o no, y de pensar un poco en ellas. Puede parecer absurdo, pero yo creo que me lo agradecerían. Es lo único que podemos hacer ya por ellos, recordarlos.

Hoy quiero recomendar la lectura de El almanaque de mi padre de Jiro Taniguchi, una obra que considero imprescindible.

martes, 29 de noviembre de 2011

Aquagym

Como todos los años y para no romper la tradición decidí, en octubre, matricularme en un curso de aquagym. Encontré una piscina relativamente cerca de la oficina y de la estación de Luxemburgo, así que allá voy cada miércoles venciendo la pereza mañanera. El primer día llegué al centro de actividades acuáticas, así se llama, preguntándome como sería aquello. Me imaginaba una piscina infantil llena de señoras luxemburguesas serias, entradas en años, siguiendo ordenadamente las instrucciones dictadas por un monitor en perfecto luxemburgués. A pesar de ello pensé que sería posible adaptarme bien, a fin de cuentas han pasado ya varios años desde mi primera clase de aerobic en estas tierras, cuando no conseguía saber que era lo que debía mover cuando la profesora hablaba de la genou. Entonces había terminado dándome por vencida después de varias sesiones cansada de ir a la contra.

El vestuario de la piscina estaba efectivamente lleno de señoras luxemburguesas a las que no entendía una palabra. En todos estos años no he conseguido pasar del "moien" (hola) que digo al entrar en las tiendas. Lo cierto es que no tengo mucha relación con los aborígenes del país, somos muchos más los extranjeros empleados en la administración europea y en empresas internacionales.

He descubierto que esas bañistas luxemburguesas, una vez despojadas de sus gorritos de lana blancos y de sus paraguas amenazadores, son muy simpáticas y sonrientes, e incluso están dispuestas a intercambiar algunas frases en francés conmigo, así que me está yendo bastante bien. Los monitores suelen ser tipos muy divertidos, que hacen muy amenas las clases, así que en ocasiones además de ejercicio celebramos una especie de fiesta acuática y nos lo pasamos estupendamente. Yo hago lo que hacen los otros, porque como me tengo que quitar las gafas veo al profesor solo como un bulto anónimo, aunque me ponga en primera fila.

No hay un único monitor, parece que el servicio de deportes de la ciudad tuviera una plantilla interminable, por lo que cada vez nos dirige una persona diferente. Muchos de ellos hacen de los cuarenta y cinco minutos de clase un entrenamiento digno de competición y entonces pienso que si el aquagym es un deporte para la tercera edad, lo es para una generación que me supera con creces. Así me explico que muchas de mis compañeras septuagenarias luzcan sus bañadores, e incluso en ocasiones sus bikinis, con una gracia que ya quisiera yo para mí.

La piscina me recuerda el escenario de un cómic que leí hace poco, cuyo dibujo me encantó. Se trata de "El sabor del cloro", de Bastien Vivès. Totalmente recomendable.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Trainblogging

El trayecto de Metz a Luxemburgo dura aproximadamente 50 minutos. La mayoría de las veces dedico este tiempo a leer, otras no consigo mantener la concentración durante más de dos o tres páginas y caigo rendida contagiada por el ambiente del vagón, en el que la mayoría de los pasajeros duermen plácidamente. Suele depender de la hora y también de la calidad del libro. A veces escribo cosas que se me ocurren. Ahora que he inaugurado este blog y gracias a las nuevas tecnologías de redes sociales se me ocurrió que esta actividad podría llamarse trainblogging, que significa algo así como bloguear en el tren, aunque como tantos otros conceptos no tiene traducción en español y si algún día la tiene sonará muy mal.

Por supuesto no me lo he inventado yo, ya existe algún que otro bloguero de tren. Y es que ya está todo inventado, sobre todo en internet, donde sea cual sea el concepto que se busque, se encuentra.

Aquí empezaré a escribir todo lo que se me ocurra, probablemente sin orden ni concierto y serán bienvenidos todos los interesados y curiosos que quieran descubrir cómo paso 100 minutos al día cinco veces por semana.

Hoy quiero recomendar el último libro que he leído, "Huérfanos de Brooklyn" de Jonathan Lethem, una historia de detectives narrada en primera persona por Lionel Essrog, un hombre que sufre de síndrome de Tourette. Encontrareis una interesante reseña de Xavier Riesco Riquelme aquí.