viernes, 8 de junio de 2012

Antigüedades birmanas

La estatua de Chankhtatgyi data de 1966 y se construyó para reemplazar otra anterior, de 1907. En la pared de una de las columnas que soporta la enorme y poco afortunada estructura metálica erigida para custodiar la mole de 65 metros de longitud, cuelga una fotografía de aquella primera figura que muestra un Buda de ancha cabeza y porte majestuoso.

Comentamos que es una pena que aquella fuese destruida y Todd, nuestro guía birmano, se encoge de hombros y simplemente dice que era vieja y fea, pero a nosotros esta nueva estatua, policromada y con una talla de factura discutible, nos resulta realmente espantosa.

Días más tarde, visitando un mercado, estuvimos hablando sobre antigüedades. Esas cosas son para los turistas, comenta Todd, ningún birmano tendría en su casa una antigüedad. A saber a quién ha pertenecido, qué clase de espíritu ronda por ella, si fue bueno o malo o qué traerá consigo.

Esta es una de las razones por las que los birmanos rechazan lo antiguo. La otra, el ansia de nuevos aires. Birmania tiene necesidad de renovarse, de dejar de mirar a la pagoda y alzar los ojos hacia los rascacielos. Todd envidió patentemente nuestro hotel de Mandalay, un edificio cuya primera impresión echa un poco para atrás. Si bien el interior es bastante acertado, la imponente fachada de cristal y la recepción enorme, repleta de adornos estrafalarios y colores chillones, nos hace pensar en un restaurante chino de lujo. En cambio, nuestro guía no pareció nada impresionado por el hermoso hotel de Bagan, construido en ladrillo, a semejanza de los templos. De éste solo le llamó la atención la piscina. Parece no entender qué vemos los turistas occidentales en las pagodas, esos montones de piedras viejas, que total, vista una, vistas todas, y no puede explicarse por qué no preferimos quedarnos en las piscinas de los hoteles sujetando una copa de piña colada coronada por una
sombrillita de papel.

Y hablando de antigüedades, quisiera recomendar un cómic de Teresa Valero, magnificamente ilustrado por Montse Martín. Se trata de Curiosity Shop, una historia de misterio ambientada en el Madrid de 1914.

3 comentarios:

  1. Yo tengo un tío que dice que a los turistas se les conoce porque siempre van mirando para arriba. Igual Todd tiene algo de razón, hay muchos occidentales a quiénes les gusta beber piña colada en los bordes de las piscinas.

    La estatua de Chankhtatgyi horrosa Silvia, tienes razón, dónde está mangada?.

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  2. Yo debo ser turista-turistón. Me apasionan las antigüedades. Es más, creo que incluso me apasionan las cosas que han conseguido soportar el paso del tiempo y son solamente viejas, entendiendo por viejas esas que no sólo no merecen la categoría de antigüedades, sino que incluso serían desechadas de cualquier estantería de tienda de chinos. Vamos, que Tedd en mí hubiera visto a un bicho raro, verde y calvo.
    Qué bonito es viajar y descubrir que unos tienen historia y te la cuentan o que otros no la tienen... y se la inventan... A veces esto es más divertido, y si el guía es bueno...
    Me empieza a gustar Birmania, quiero saber cómo es la gente, qué comen, de qué viven, cómo se divierten… y si tienen jamón ibérico, chopitos o un vinito para calentar la garganta.

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  3. Yo comprendo a Todd, pues cuando te acostumbras a ver a tu alrededor todas las cosas viejas y destruidas, es muy difícil no sentirse maravillado con otras construcciones y obras que rompen con su "vieja visión" de la realidad que le rodea. Por suerte y gracias a la oportunidad que tuve de emigrar, mi "vieja visión" también cambió, he aprendido (y eso se lo debo mucho a mi mujer y a muchos de vosotros) a descubrir esa belleza y comprender o revivir la historias de muchas cosas.

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