viernes, 22 de junio de 2012

Los consejos de Edna

En Birmania no pueden utilizarse las tarjetas de crédito. Sólo se puede pagar en efectivo y, por supuesto, dólares y euros son muy bien recibidos. Pero los billetes deben estar en perfecto estado, impecables, sin un solo doblez, sin la más mínima marca o rastro de tinta. Había leído esto en las guías, pero nunca imaginé que pudiera ser una norma tan estricta. Camareros, recepcionistas y cajeros examinan cada billete con absoluta precisión devolviéndotelo con una encantadora sonrisa, pero con firmeza, y pidiendo otro a cambio si encuentran el más mínimo rastro que muestre que el billete está usado.

Este detalle llega a obsesionarnos, ante lo difícil que es conseguir dinero efectivo en este país. El temor de que todos nuestros billetes sean finalmente rechazados nos obliga a llevarlos en un sobre, estirados como si fueran páginas de la mismísima Biblia de Gutenberg. Los billetes con algún defecto pueden cambiarse en el mercado negro pero a un precio bastante más bajo que el oficial.

De todas formas, curiosamente este cambio oficial parece no ser el mejor. Nos lo comentó una simpática anciana que encontramos en el centro de Yangon. De ojos azules y piel oscura, estaba sentada en una silla de plástico en medio de la calle, conversando con una amiga. Al pasar, me cazó la mano al vuelo y me dijo que se llamaba Edna, que había sido la mejor guía de la ciudad, que su padre era inglés y que por eso tenía los ojos tan azules, concluyó abriéndolos dramáticamente. Le dije que eran preciosos y me respondió con una sonrisa radiante, mientras me seguía sosteniendo la mano entre las suyas. Luego me aconsejó que evitase el cambio de dinero con los chavales que en esa misma calle lo ofrecían discretamente. Y fue entonces cuando me dijo que desconfiase de los bancos.

En la guía de viajes habíamos leído, efectivamente, que el cambio de los bancos es el menos favorable para el turista. Curiosamente el más beneficioso se consigue en los hoteles e incluso en la calle, aunque haya que evitar las zonas más turísticas, en las que la picaresca ha ido subiendo los precios.

Me gustó hablar con Edna, y me hubiera gustado tener una foto suya, pero como reportera soy un desastre, se me van las mejores.

Afortunadamente conseguimos conservar billetes aceptables para los exigentes ojos birmanos hasta el final del viaje, si bien me tuve que traer de vuelta algunos de los rechazados, que estoy segura de que serían aceptados por cualquier estadounidense sin pestañear.

1 comentario:

  1. Ya lo decía Astérix: “Estos ‘birmanos’ están locos”. Yo también os cambio billetes nuevos e impolutos por los vuestros viejos, feos y arrugados… Y ahora que estoy de buen rollo y que me quiero ir a casa os los cambio en la proporción 1 a 2… ¡Corred que me los quitan de las manos! jejeje
    ¿Y cambiasteis pasta en la calle?

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